Una de las medidas más básicas del tamaño de un proyecto es contar el número de líneas de código.
Como principal ventaja, tiene que es una medida de las más sencillas de obtener, pero tiene muuuuuuuchos inconvenientes. Algunos de ellos son que no se pueden contar las líneas de aquellos artefactos del proyecto que no se corresponden directamente con texto, como ficheros binarios. Por ejemplo, elaborar un informe en Crystal Report conlleva una cantidad de trabajo y tiempo cuya productividad no se puede cuantificar en líneas de código, ya que este informe es un fichero binario. O elaborar unas plantillas RTF que luego se rellenarán con datos. Aunque el RTF resultante sea texto, probablemente, el número de líneas variará mucho si se elabora con un editor como Word o con el LibreOffice o con el WorPad, ya que el salto de línea probablemente se insertará de manera diferente. Y también variará mucho si se inserta una imagen, que quedará codificada como un chorizo gigante de texto (binario codificado en hexadecimal) incomprensible y que computaría probablemente como una única línea de texto.
Otro inconveniente importante es que el número de líneas de código es muy dependiente del estilo de programación, es "marca de la casa" del programador. Dos programadores pueden formatear el mismo programa de diferente manera, pueden incluir muchos o pocos comentarios, usar diferentes convenciones para colocar los delimitadores de bloques (llaves {}, palabras clave "begin", "end", "case", "default", y similares), diferentes estilos de sangrado, embellecer el código con más o menos líneas en blanco...
Y es que ya lo sabemos: todo programador lleva un artista dentro, y no puede evitar que ese artista se le cuele por entre las líneas que teclea y se refleje en el código que produce.
Test para programadores: ¿cuántas líneas de código hay aquí? ¿Pero quién ha programado esto?
Así pues, ¿vale la métrica de líneas de código para medir el esfuerzo de generar esos artefactos binarios, o para medir el tamaño de dos programas escritos con estilos muy diferentes? No, desde luego que no.
Y, sin embargo...
Y sin embargo, los mismos autores que explican por qué no vale el número de líneas de código, cuando cuentan experiencias personales suelen hablar de "...cuando trabajé en un proyecto de 400.000 líneas de código...". Pero bueno, ¿en qué quedamos?
En Code Complete, uno de mis libros preferidos sobre desarrollo de software, Steve McConnell habla varias veces de las líneas de código de un programa cuando quiere dar una idea acerca de su complejidad o tamaño.
En el capítulo 8, hablando de un programa insignificante, de esos que casi seguro que nadie conoce, llamado Microsoft Word (no os suena, ¿verdad?), McConnell dice
"...la aplicación es tan compleja (millones de líneas de código) y ha pasado
por tantas generaciones..."
Como veis, el autor asume que el número de líneas de código de alguna manera le da al lector una idea de la complejidad de la aplicación. También habla constantemente del número de líneas de código de rutinas para hacer referencia a su complejidad. En el capítulo 11 dice
"...a mediados de 2003 trabajé con un cliente que tenía cientos de miles de
líneas de código escritas en RPG..."
"...La esencia de la creación de programas mayores que unos cientos
de líneas de código es la gestión de la complejidad..."
Por supuesto, McConnell es sobradamente consciente de las limitaciones de la métrica de las líneas de código. Pero como vemos, en cierto modo, aunque las líneas de código no sean una medida buena si se considera de manera aislada, tampoco son una medida del todo inútil. De hecho, muchas veces es la única métrica que se cita cuando no hay tiempo para entrar en más detalles. El autor habla como si esa medida, con todos sus inconvenientes, significara algo. ¿Lo significa?
Lo significa.
Y lo sabes (como diría Julito).
O al menos, lo significa para algunos objetivos, y tomándola siempre con las debidas reservas.
(continuará)
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Enlace a la parte 1.
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